divendres, 3 de maig del 2013

La curiosidad como expresión de la alegría

De nuevo una pequeña intervención en el suplemento ES de la Vanguardia, publicado el 27 de mayo de este año.

El tema: la curiosidad:

Mis pensamientos al respecto:

Einstein decía que él no era “más inteligente que los demás, aunque sí más curioso”. También nos animaba a “no perder nunca una santa curiosidad”. Un genio como él valoraba esta característica humana en especial por encima de otras.

La curiosidad es una de las habilidades psicológicas que se vinculan a la creatividad, juntamente con otras habilidades conductuales pero muy en consonancia, como son la actitud exploradora e incluso la capacidad transgresora. Sin curiosidad, sin exploración, sin transgredir y traspasar las fronteras de lo establecido ¿cómo podría existir y desarrollarse la creatividad? La curiosidad es un motor, una fuerza que nos empuja a buscar más allá de lo obvio, que nos anima a investigar en aquellas áreas de nuestra vida que nos interesan.

Desde un punto de vista emocional: si una cosa no me importa, no me genera curiosidad; y por lo tanto, podemos vincular la curiosidad al Amor, como una forma de desarrollo, tal como aprendí de Marcelo Antoni, gran terapeuta y maestro: aquello que me despierta una atracción o interés en cualquiera de sus formas (intelectual, admirativo, experiencial, erótico-sensual...).

Se atribuye a Saramago una frase en la que dice que “la vejez empieza cuando acaba la curiosidad”. Y si tomamos como referencia el otro extremo de la vida, la infancia, es precisamente la curiosidad el motor que lleva a un niño a expandirse, a crecer, a salir de su zona de confort y relacionarse, aprender, descubrir y atreverse a explorar en situaciones desconocidas que le harán ir dibujando hacia dónde quiere orientar su vida.

Mientras escribía estas letras, me daba cuenta de que en cierto modo me molestaba relacionar la curiosidad a algo negativo. Y escribí que “a mi modo de ver, cuando vinculamos la curiosidad con matices negativos, es porque la incluímos en la familia de la chafardería, del cotilleo, del chismorreo”. Luego investigué un poco y en el libro de J. Antonio Marina “Crear en la vanguardia” (La Vanguardia ediciones, SL) encontré la respuesta de la mano de Tomás de Aquino. Este filósofo distingue entre la “vana curiosidad, que considera como un cotilleo estéril, y la studiositas, que era el real deseo de conocer. Mientras aquella es efecto del aburrimiento, esta es el verdadero impulso de la inteligencia”. Me tranquiliza saber que se trata simplemente de que nos faltan palabras para abarcar tanto matiz y tanta riqueza en la existencia.

 El artículo completo:

La curiosidad no mató al gato (La Vanguardia)